La emblemática Ciudad del Centenario.
Jorge Carretero Madrid
Presentamos un panorama capturado por autorías casi ignoradas: Félix Miret, español, catalán, establecido en la Ciudad de México; Auguste Genin, franco mexicano; y un protagonista anónimo, posiblemente Don Antonio Riba Cervantes.
constituyen una muestra representativa, simbólica, del paisaje arquitectónico de la Ciudad de México: un código iconográfico que no sólo denotaba o hacía referencia a toda una serie de específicas funcionalidades, sino que también connotaba una ideología cuyo objetivo primario era el de definir, y, por encima de todo, exaltar, el concepto de Nación.
Miret construyó una mirada que transmite el justo sabor de la época, que nos acerca a aquella realidad, que nos sitúa en ella, gracias a factores tales como el catálogo seleccionado en medio de una complejidad urbanística; la atinada elección del punto de toma óptimo para el emplazamiento de la cámara; la detallada información visual que cada imagen ofrece, caracterizada por su profundidad de campo y el alto grado de nitidez; la intencionalidad estética del amplio encuadre de 142º que captura no sólo los símbolos arquitectónicos, sino también el entorno físico, el paisaje circundante, el espacio urbano, dotado de la
presencia humana referencial.
Sólo un breve fragmento temporal separó al fastuoso programa conmemorativo del Primer Centenario, de un estruendo terrible y dilatado. Aún era diáfano el recuerdo de las fiestas celebradas en la moderna urbe, cuando arribó el estallido de la Revolución: invadió, como un rayo, en la forma física de la metralla, sus calzadas y sus calles, y lastimó y marcó profundamente sus
paisajes y la paz cotidiana de sus moradores. Las diferencias sociales y políticas largamente contenidas se transformaron en una explosiva fuerza que finalmente detonó en el verano de 1911.